martes, 2 de enero de 2018

Vista panorámica del puente tendido sobre el Río Diamante en el paso de La Jaula, camino de Las Pareditas al Sosneado. (año 1943) Mendoza


Reina de la Vendimia del departamento de La Paz, Irma Sedano. (año 1942) Mendoza


Los artísticos Portones de entrada al Parque General San Martín. (año 1943). Mendoza


Efemérides. 3 de enero de 1833 , Gran Bretaña invadía las Islas Malvinas

En 1833 Gran Bretaña se apodera de las islas Malvinas con la entrada de la corbeta Clío en Puerto Soledad, expulsando a la administración argentina. La ocupación británica de las islas Malvinas fue una operación militar del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda que el 3 de enero de 1833 tomó el control de esas islas. A pesar de estar en relaciones de paz con la Confederación Argentina, el Reino Unido, con dos buques de guerra desalojaron a la guarnición argentina de Puerto Soledad de 26 soldados, quienes se marcharon dos días después. Desde entonces, las islas han estado bajo dominio británico, excepto durante el breve período de la Guerra de Malvinas en 1982.
El Gobierno de la República Argentina considera que el 3 de enero de 1833, «las islas fueron ocupadas por fuerzas británicas que desalojaron a la población (de origen argentino) y a las autoridades argentinas allí establecidas legítimamente, reemplazándolas por súbditos de la potencia ocupante». Las autoridades argentinas reclamaron inmediatamente la agresión injustificada llevada a cabo en tiempo de paz y amistad entre las dos naciones, continuando hasta la actualidad de forma diplomática.
El Gobierno del Reino Unido califica la acción como «reafirmación» de su dominio, que fue establecido el 23 de enero de 1765, un año después de la llegada de la Bougainville procedente de Francia, por el comodoro británico John Byron quien arribó a la pequeña isla Trinidad, denominada por los británicos Saunders Island, y realizó una ceremonia de toma de posesión. La Capitanía de Malvinas estaba subordinada administrativamente a Buenos Aires. 32 gobernadores garantizaron el ejercicio de soberanía de España sobre la totalidad del archipiélago.
En 1775 el capitán Juan Pascual Callejas retiró la placa británica de Puerto Egmont, enviándola a Buenos Aires. Cinco años después, siguiendo instrucciones del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, destruyó por completo las instalaciones. La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y llevada a Londres. España finalmente abandonó su guarnición en Puerto Soledad en 1811, tras la Revolución de Mayo, puesto que la Banda Oriental no se adhirió a la junta de Buenos Aires y permaneció bajo control español. Las autoridades de Montevideo decidieron retirar el establecimiento en las Malvinas por su baja utilidad y los elevados costos de conservación. Allí se dejó una placa proclamando la soberanía española sobre el archipiélago.​ Algunos gauchos y pescadores se quedaron voluntariamente en las islas. Lo que sería el nuevo Estado argentino estaba en formación y los primeros gobiernos rioplatenses desde 1810 utilizaron el concepto de uti possidetis iure que definía que las antiguas posesiones coloniales pasaban a ser parte del territorio de las naciones independizadas. La continuación del dominio de las islas, por la tradición de los títulos jurídicos de España en favor de las Provincias Unidas, habilitan a éstas a disponer esas medidas de administración y gobierno. Las diferentes provincias delegaron a la de Buenos Aires en las representaciones internacionales, y al mismo tiempo las Malvinas continuaban bajo administración de su gobernador, pese al abandono español.
Preocupado por la explotación ilegal de ballenas y focas en los mares del sur, a principios de 1820 el gobierno de la provincia de Buenos Aires decidió enviar a un oficial para que hiciera formal toma de posesión del archipiélago y obligara a acatar sus disposiciones administrativas concernientes a la actividad pesquera. El coronel David Jewett, nombrado «comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por ley natural», cumplió la orden el 6 de noviembre de ese año y siete meses después fue reemplazado por Guillermo Mason.40​ Tres años más tarde, Buenos Aires nombraba gobernador de las islas al guarani Pablo Areguatí.
Durante finales del siglo XVIII y comienzos del XIX las islas fueron el centro de un comercio lucrativo, pero a la vez ilegal, de caza de ballenas y focas llevado a cabo por marineros de Nueva Inglaterra, Gran Bretaña y Francia. Los cazadores de ballenas acampaban en las islas adyacentes, particularmente en la Isla de Goicoechea, donde carneaban gansos y otros aves para tenes provisiones, y a veces mataban ganado en la isla Soledad, reparaban sus barcos y trataban las carcasas de focas, lobos marinos, ballenas y pingüinos para obtener aceite.
El 2 de febrero de 1825, el Reino Unido firmó un tratado de amistad y comercio mediante el cual reconoció la independencia de las Provincias Unidas y, naturalmente, la existencia de un ámbito territorial propio de ella, incluyendo las Malvinas, que habían tomado posesión en 1820, y ejercido otros actos de soberanía incluyendo el nombramiento y la instalación de autoridades. En 1823, el Gobierno de Buenos Aires otorgó una concesión a Luis Vernet para el aprovechamiento del ganado vacuno y el de los lobos marinos de la Isla Soledad. El 10 de junio de 1829 se estableció oficialmente en la Isla Soledad y fue nombrado Primer Comandante Político Militar en las Islas Malvinas. Bajo el pabellón argentino, se comprometió a hacer cumplir la legislación argentina, cuidar sus costas y los reglamentos de pesca vigentes.La designación de Vernet la realizó el entonces gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, con el asesoramiento del jurista Salvador María del Carril. Rodríguez designó a Vernet no solo comandante de las Malvinas, sino también de las islas adyacenctes al Cabo de Hornos en el océano Atlántico, «teniendo en cuenta las condiciones que reúne», incluyendo la isla Grande de Tierra del Fuego. Esto asentó el mayor antecedente legal en relación con los reclamos argentinos sobre las islas. El decreto fue publicado en varios medios de prensa del extranjero, entre ellos Reino Unido y Estados Unidos. Al año siguiente Vernet hizo circular entre los barcos pesqueros ocupados en la Patagonia, una notificación en inglés y español con copia del referido decreto. El gobierno de Rodríguez se convirtió en el primer gobierno en nombrar una autoridad directa para las Malvinas desde la Independencia de Argentina.Los británicos vieron la creación de la comandancia como una «intervención en su propia soberanía» y protestaron formalmente en contra de ella. También buscaron contactarse con Vernet para ofrecerle que su colonia esté bajo soberanía brtiánica.. El 30 de abril de 1830, el capitán británico John Onslow, hijo de un almirante de la corona británica, fue puesto al frente de la corbeta HMS Clío, asignada a la estación naval de Sudamérica del Reino Unido, con base en Río de Janeiro. Partío el 19 de julio desde Inglaterra, llegando al Brasil el 15 de diciembre del mismo año. En agosto de 1832, eligiendo un momento propicio, el primer ministro británico, lord Palmerston, por sugerencia del Almirantazgo británico y el Foreign Office, ordenó enviar al contraalmirante Thomas Baker, jefe de la estación naval sudamericana, la orden de tomar el control sobre el archipiélago. Baker envió a Onslow a tomar las islas.Al mismo tiempo se despertó el interés británico por ubicar la placa dejada en el antiguo Puerto Egmont en 1774 y recuperar el establecimiento El 20 de diciembre de 1832 Onslow arribó a Puerto de la Cruzada con la HMS Clio, tomando posesión formal a nombre de Su Majestad británica. La tripulación se abocó a reparar las ruinas del fuerte, abandonado 59 años antes, y a dejar un aviso de posesión. Unos días más tarde, el 2 de enero, la nave ancló frente a Puerto Soledad, asistida por el Tyne. Dado que el barco pertenecía a una nación amiga, José María Pinedo ordenó a uno de sus oficiales efectuar la visita oficial de cortesía a la nave inglesa, para ello envió al teniente primero Manson y a un médico a la Clio a quienes Onslow acompañó personalmente a la Sarandí. El médico fue enviado para inquirir el objetivo de la visita ya que se trataba de un buque de guerra y no un visitante ocasional. Onslow transmitió por la tarde al comandante argentino sus instrucciones: tomar el control de las islas en nombre su rey. Le dio un ultimatum de veinticuatro horas para arriar la bandera argentina del mástil de la plaza mayor de Puerto Soledad, y proceder a la evacuación de todos los soldados y sus familias junto con sus pertenencias, desocupando todas las instalaciones, y que se liberara el archipiélago de elementos vinculados a gobierno de las Provincias Unidas. Pinedo recibió con sorpresa la intimidación y protestó a lo que Onslow simplemente respondió que le enviaría sus instrucciones por escrito. El artículo 9º del Código de Honor Naval de las Provincias Unidas obligaba a Pinedo a defender el pabellón de un ataque extranjero hasta las últimas consecuencias. El historiador argentino Laurio Hedelvio Destéfani indica que Pinedo, de hecho, hizo los preparativos para resistir y celebró un consejo de guerra con sus oficiales, ordenando cargar sus cañones a bala y metralla. Sin embargo sus posibilidades de éxito eran exiguas: el buque argentino era muy inferior al británico en potencia de fuego y resistencia al daño. Su barco, el ARA Sarandí estaba montado 8 cañones (de 8 x 8 libras) en comparación con los dieciocho cañones (16 × carronadas de 32 libras, 2 x 6 libras cañones de proa) del bergantín HMS Clio.
John Clark, cirujano de la Sarandí, declaro que «habiendo [Pinedo] llamado la gente a los cañones ninguno de los marineros extranjeros acudió, oyéndose allí una voz de que si peleaban con los ingleses y eran vencidos los colgarían a todos».

El primer oficial de la Sarandí, el teniente Elliot, era estadounidense y estaba dispuesto a dar batalla. El práctico de a bordo se negó a combatir; los ingleses, por el contrario, afirmaron estar dispuestos. Los jóvenes grumetes, de entre 15 y 20 años de edad, aseguraron que combatirían. El resto de los hombres aceptaron acatar las órdenes de Pinedo. Éste distribuyó armas entre los 18 soldados de la desmembrada guarnición portuaria y los puso bajo órdenes de Gomila, a quien liberó dándole instrucciones para armar y preparar a los hombres. Pinedo también preparó el barco y habló a la tripulación sobre su voluntad de luchar, pero finalmente decidió no ofrecer resistencia. En su defensa, Pinedo adujo ante las autoridades porteñas que sus soldados se negaron a combatir por ser británicos y haber servido a la Royal Navy y que les exigió que defendieran el pabellón argentino mientras llegaba ayuda de Buenos Aires. Pinedo protestó verbalmente y se negó a bajar la bandera argentina. Al poco tiempo ordenó a sus hombres que embarquen a la Sarandí y ofreció a los pobladores, que querían abandonar Puerto Soledad, trasladarlos a Buenos Aires. La mayoría comenzó a preparar su equipaje. Onslow y las fuerzas británicas desembarcaron en la mañana del 3 de enero de 1833 a la hora pactada, primero izaron su bandera en un mástil sobre una casa llevado por ellos mismos y luego arriaron la argentina, plegándola pulcramente y entregándosela a Pinedo, quien veía la ceremonia desde la Sarandí. Dos días después Pinedo ordenó levar anclas y poner rumbo a Buenos Aires a toda velocidad, abandonando las islas a bordo de la Sarandí llevando consigo a un grupo 11 colonos que quisieron marcharse por voluntad propia, algunos de sus soldados y convictos de la colonia penal de San Carlos.En las islas permanecieron 22 habitantes de la colonia de Vernet, entre ellos 13 argentinos, en su mayoría gauchos e indígenas. La goleta foquera británica Rapid partió el 5 de enero llevando a los amotinados de la Sarandí a Buenos Aires.

Bertetto y Virdó. San Martín 699, esquina José Vicente Zapata. (año 1943) Ciudad de Mendoza


El Arco de Desaguadero, entrada a la Provincia de Mendoza desde el Este. Ruta Nacional 7. (año 1943)


La Ceremonia de la Bendición de los Frutos. Fiesta Nacional de la Vendimia en el Parque General San Martín. (año 1938) Mendoza


lunes, 1 de enero de 2018

Frente del edificio de la Unión Comercial e Industrial de Mendoza, ubicado en calle 9 de Julio 1221. (año 1942)


Un aspecto de Villavicencio luego de una nevada. Invierno del año 1942. Mendoza


Estación de Servicio YPF, de Felipe Martín. Departamento de Tunuyán. (año 1942) Mendoza


Efemérides. 1 de Enero del 404. Última Pelea de Gladiadores.


En el año 404 en Roma tiene lugar la última competición conocida entre gladiadores. Según la leyenda, en el año 391 san Telémaco había sido asesinado por la multitud al intentar interrumpir la pelea, y el emperador romano cristiano Honorio hizo abolir las peleas de gladiadores. Cuando la soberbia Roma reinaba en todo el mundo y el emperador vivía en un palacio de mármol blanco o en una casa de oro puro, el Coliseo era el mayor teatro conocido en toda la tierra.

Álzase hoy todavía, deteriorado y ruinoso. En los tristes días en que Roma sacrificaba, fuera de sus muros, a los apóstoles Pedro y Pablo, el pequeño grupo de los cristianos ocultóse en los grandes subterráneos, a fin de salvarse de los tormentos y de la muerte. Aun hoy podemos pasear por las catacumbas, solemnes e impresionantes, en las cuales los primeros discípulos de Jesús se escondieron huyendo de Nerón, el monstruo que vivió en casa de oro dentro de la ciudad imperial.

En aquellos días ominosos, el grande, blanco y elevado Coliseo, con sus varios pisos y sus grandes galerías interiores que podían contener 40.000 espectadores, presentaba un espectáculo magnífico. Todo Roma iba al circo para presenciar la lucha de las fieras y contemplar cómo se destrozaban entre sí. A él acudían los gladiadores hombres de complexión robusta] diestros en luchar unos contra otros hasta que el contrario caía muerto.! A las arenas del Coliseo eran arrojados vivos los cristianos para servir de comida a los leones, cuando se celebraba una festividad, romana. No hay! lugar en el mundo que haya presenciado espectáculos tan crueles como el circo romano.

Pero él Cristianismo fue abriéndose paso, poco a poco, hasta que el mismo emperador se hizo cristiano. Entonces fue! cuando cesaron tan vergonzosas exhibiciones, y el Coliseo se convirtió sencillamente en circo. El pueblo, ¡sin embargo, ansiaba presenciar los! antiguos espectáculos y aun a veces parecía que de nuevo se enseñoreaba; de él aquella antigua vesania. Los cristianos se habían hecho más y ¡más poderosos durante 400 años, cuando llegó un día de terrible prueba ¡para Roma. Alarico, rey de los godos, presentóse amenazador ante las puertas de la ciudad de los Césares, la cual, por tener entonces como monarca a un pobre niño loco, hubiera caído, de no haber sido por un: valiente general y sus soldados, quienes obligaron a los bárbaros a huir de la capital.

Fue tal el regocijo que reinó en Roma aquel día, que la gente acudió en tropel al Coliseo, dando vivas al bravo general vencedor. Hubo una gran cacería de fieras y celebróse un magnífico espectáculo, como los que se daban en otros tiempos. Súbitamente, de uno de los estrechos corredores que conducían a la pista, salió un gladiador con lanzas y espadas. La alegría de los espectadores no conoció límites.

Pocos momentos después, otro espectáculo singularísimo llamó la atención de todos los circunstantes. Un anciano, descubierta la cabeza y descalzo, se adelantó en medio de la arena, suplicando al pueblo que impidiese el derramamiento de sangre. Al oír semejante súplica, la multitud comenzó a gritar, diciéndole que acabase el sermón y se marchara inmediatamente. Adelantáronse los gladiadores y obligáronle a apartarse, pero el noble viejecito se puso de nuevo entre ellos. Esta actitud provocó una lluvia de piedras que arrojaron airados los espectadores sobre el pobre anciano, quien, herido al propio tiempo por los gladiadores, expiró en presencia de todo Roma.

Era este anciano un ermitaño llamado Telémaco, uno de aquellos santos varones que, cansado de las crueldades del mundo, se había retirado a vivir en las montañas. Hallándose en Roma, con objeto de visitar los sagrados altares, había visto a las multitudes acudir en tropel al Coliseo y, compadecido de su crueldad, resolvió morir o impedir el espectáculo.

Murió, es cierto, pero la semilla estaba ya arrojada; todo lo mejor que había en Roma se conmovió profundamente a la vista del buen ermitaño asesinado en medio de la arena, y desde aquel día memorable no hubo ya más espectáculos sangrientos en el gran teatro. Esta lucha de gladiadores fue la última que presenció el famoso Coliseo romano.

Efemérides. Se conoce como asonada de Álzaga, ocurrida el 1 de enero de 1809, al intento de destituir al virrey del Río de la Plata, Santiago de Liniers, por parte de un grupo afín a el Cabildo de Buenos Aires encabezado por uno de sus miembros, el alcalde Martín de Álzaga


En Buenos Aires. Santiago de Liniers y Martín de Álzaga fueron los héroes de la Reconquista de Buenos Aires durante la primera de las invasiones inglesas al Virreinato del Río de la Plata acaecida en 1806. Al producirse el segundo ataque inglés, en 1807, por presión popular, Liniers reemplazó como virrey a Rafael de Sobremonte, acusado de haber abandonado sus funciones en medio de una invasión. La victoria en la Defensa contra la segunda invasión elevó su prestigio y fue confirmado en su cargo por orden del rey Carlos IV de España.

Francisco Javier de Elío, el gobernador de Montevideo, resistió su autoridad y aprovechó el hecho de que Liniers era francés para acusarlo de complotar con el Imperio Napoleónico, en guerra contra España por ese entonces. Elío organizó una Junta de Gobierno en Montevideo, que desconoció la autoridad del virrey.

En el mes de octubre de 1808 estuvo por estallar una revolución contra Liniers, dirigida por el Cabildo de la capital virreinal: la excusa era que el hijo del virrey acababa de contraer matrimonio en el virreinato que gobernaba su padre, algo prohibido por las leyes españolas. Pero la absoluta negativa de la Real Audiencia a secundar el reclamo en su contra hizo abortar los planes de Álzaga y su partido. El 30 de diciembre, el Cabildo presentó una exigencia antipática al virrey, con la evidente intención de provocarlo: vetó el nombramiento de alférez real del joven Bernardino Rivadavia, candidato de Liniers a ese cargo, con comentarios hirientes contra la capacidad del mismo. La intención era usar su insistencia para acusarlo de despotismo. Al darse cuenta de que se le tendía una trampa, Liniers adoptó una actitud sumisa y firmó sin comentarios una orden en que se le pedía al mismo Cabildo que nombrara al nuevo alférez real. Eso desarmó el primer impulso revolucionario.

El 1 de enero del año 1809, los miembros del Cabildo se reunieron y propusieron una lista de miembros del nuevo cabildo, que debía asumir ese mismo día, seleccionando a sus miembros entre los más reconocidos enemigos del virrey. Al dirigirse al Fuerte de Buenos Aires para presentar esa lista para su aprobación, fueron apoyados por varios regimientos de milicias, todos de origen español, que ocuparon la Plaza de la Victoria. También reunieron una pequeña multitud de manifestantes, que protestaban contra la gestión de Liniers y exigían su renuncia.

Contra lo que esperaban, Liniers protestó durante algunos minutos en voz baja, y luego firmó los nombramientos. Por segunda vez, había cedido y logrado salvar con eso su cargo.

Simultáneamente, ingresaba por la puerta de atrás del fuerte un batallón del Regimiento de Patricios, cuyo comandante, Cornelio Saavedra, ordenó defender al virrey y apuntar sus cañones contra el edificio del Cabildo.

Los miembros del Cabildo volvieron a reunirse, y decidieron deponer al virrey de todos modos. Pretendían reemplazarlo con una Junta de Gobierno, de la cual formaban parte solamente españoles peninsulares y dos criollos, Mariano Moreno y el síndico Julián de Leyva, que ejercerían como secretarios de la misma. Pasado el mediodía, una fuerte tormenta dispersó a los manifestantes, pero las tropas permanecieron en sus puestos, aunque trasladándose al reparo de los arcos de la Recova.

A media tarde, una gran comitiva se presentó en el Fuerte; de ella formaba parte el Cabildo en pleno, el obispo de la ciudad, Benito Lué y Riega, y los miembros de la Audiencia y del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Todos exigían la renuncia de Liniers.

Además pidieron a Saavedra que retirara sus tropas. Viendo que el virrey no parecía ya dispuesto a resistir, el coronel de los Patricios retiró su regimiento por el medio de la Plaza, como en un desfile, saludado por las fuerzas militares rebeldes. Minutos más tarde, y sin esperar órdenes superiores, la mayor parte de los soldados de los batallones españoles se retiró a sus casas. Por su parte, Saavedra se dedicó a recorrer los cuarteles de los demás batallones.

Liniers se consideraba vencido, pero aún quiso controlar en algo los efectos de su caída, por lo que — apoyado por Lué — exigió el cumplimiento de las normativas que preveían el reemplazo de los virreyes por el militar más antiguo del virreinato. En este caso, se trataba del general Pascual Ruiz Huidobro. Sabiendo que su primer intento había fallado, pero considerándolo más manejable y menos prestigioso que Liniers, Álzaga terminó por unirse a esa exigencia.

Entonces sí, Liniers declaró que renunciaría, y se inició la redacción de un acta en que Liniers anunciaba su renuncia.
Pero antes de que el acta estuviera completada, se presentó nuevamente de improviso en el Fuerte el coronel Saavedra, comandante de Patricios, con los demás comandantes de regimientos y batallones formados por criollos. Para darle más espectacularidad a su entrada, Saavedra iba con la espada desenvainada, y había reemplazado su sombrero por un pañuelo anudado.

Saavedra y los demás comandantes exigieron firmemente que se suspendiera el acto, ya que el grupo que presentaba la exigencia de renuncia no representaba al pueblo. Lué intervino, pidiendo a Saavedra que dejara las cosas como estaban, debido a que Liniers no era querido. Entonces Saavedra llevó a Liniers al balcón del Fuerte, donde fue aclamado por una importante cantidad de gente, convocada por el mismo Saavedra.

En ese mismo momento aparecieron en la plaza los Patricios, ocupándola y desplazando a las milicias partidarias del golpe. Hubo algunos disparos, que causaron algunos heridos, pero las milicias rebeldes evacuaron la plaza sin luchar.

Entonces Liniers ingresó nuevamente al salón en que estaban los capitulares y el obispo, y declaró firmemente que no pensaba renunciar. En un giro muy curioso, el acta que se estaba redactando, que comenzaba anunciando la renuncia de Liniers, terminó con la confirmación del mismo, con el general beneplácito de todos los presentes; incluidos los miembros del Cabildo.

Todos se retiraron a sus casas, excepto los miembros del Cabildo. Horas más tarde, entrada ya la noche, Liniers ordenó la libertad de los alcaldes y otras dignidades entrantes. Pero los cabildantes salientes, incluido Álzaga, permanecieron prisioneros. Al día siguiente, Álzaga y los demás líderes del movimiento fueron desterrados a Carmen de Patagones. La Audiencia inició un juicio contra ellos, por "independencia"(sic). Pero los dos secretarios nunca fueron molestados.

Los batallones de milicias urbanas sublevados — tercios de Miñones, de Gallegos y de Vizcaínos, incluyendo a los Cazadores Correntinos — fueron disueltos. Parte de las tropas correspondientes pasaron a otros cuerpos, pero los oficiales fueron dados de baja de forma definitiva. También se hallaron implicadas 4 compañías del 3° Batallón de Patricios al mando de José Domingo de Urién y algunos oficiales de los otros dos batallones del cuerpo, tales como Antonio José del Texo (un capitán del 1° batallón), Pedro Blanco y Tomás José Boyso. Urién fue destituido y a Texo se le inició juicio por intentar asesinar a Saavedra.1​ Los desterrados a Carmen de Patagones: Martín de Álzaga, Juan Antonio Santa Coloma, Olaguer Reynals, Francisco de Neyra y Arellano y Esteban Villanueva, fueron rescatados por Elío — quien seguía sin reconocer a Liniers y sostuvo la Junta de Montevideo — y trasladados a esa ciudad.

El Cabildo fue purgado de varios de sus miembros, y un nuevo grupo de dirigentes, ligados especialmente al jefe de los Patricios y a los demás jefes militares criollos, asumió el mando del mismo. No obstante, la mayor parte de ellos — a diferencia de Saavedra — no participarían en la Revolución.

Con la llegada de España del nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros, los cuestionamientos de los pobladores españoles al reemplazado Liniers quedaron en el olvido, y Cisneros indultó a los responsables de la Asonada.

Poco después tendría lugar la Revolución de Mayo, dirigida por criollos en lugar de españoles. Álzaga parece haber tenido alguna participación en la elección de los miembros de la Primera Junta, aunque no de forma visible. Varios de los partidarios de Álzaga tuvieron activa participación en la Revolución, aliados esta vez del grupo dirigido por Saavedra.

Uno de los vocales de la fallida junta, Juan Larrea, fue miembro de la Primera Junta. Uno de los dos secretarios, Mariano Moreno, fue secretario de la misma, mientras que el otro, Manuel Leyva, opuso los últimos obstáculos legales que debieron sortear los revolucionarios.

El principal beneficiario del fracaso de la Asonada fue Saavedra, a quien Liniers debía desde entonces su gobierno. De allí en adelante, ningún gobierno pudo actuar en Buenos Aires sin el apoyo de las milicias urbanas, por lo menos hasta la crisis de 1820. De hecho, fue la decisión de Saavedra la que desencadenó la Revolución de Mayo. Desde Vicente Fidel López en adelante, la Asonada de Álzaga fue vista como una reacción absolutista, dirigida por españoles, para salvar el dominio español en el Virreinato. Muchos historiadores han repetido esa visión desde entonces. Entre ellos, Ricardo Levene, biógrafo de Mariano Moreno, no logró nunca conciliar esa visión con el panegírico de su biografiado. Uno de los últimos biógrafos de Álzaga, Lozier Almazán, no intenta definir ese punto con precisión.

Posteriormente, varios autores han puesto en duda esa visión, observando que Álzaga era vasco, y había llegado al Río de la Plata siendo un niño; es decir, que mal podía pretender una dependencia de una España que casi no recordaba, y por la cual los vascos no sentían el mismo apego que los habitantes de las provincias centrales.

Asimismo, tampoco la posterior trayectoria de Moreno condice con el supuesto absolutismo de los partidarios de la Asonada. Por otro lado, durante esos años, los absolutistas siempre se opusieron a la formación de juntas de gobierno.

La significación exacta de la Asonada de Álzaga sigue abierta a discusión, aunque queda claro que no todos los que participaron en ella perseguían los mismos fines. Ni tampoco concordaban en sus objetivos quienes se le opusieron.

Efemérides. La Masacre de Tandil es un acontecimiento histórico sucedido en Argentina el 1 de enero de 1872, en el cual un grupo de gauchos argentinos asesinó a 36 inmigrantes en la localidad de Tandil (provincia de Buenos Aires)

En los hechos tuvo una actuación destacada Gerónimo G. Solané, un gaucho entrerriano, santiagueño, boliviano o chileno​ conocido como Tata Dios o Médico Dios, que se presentaba como sanador y profeta.
Había pasado por las localidades de Santa Fe, Rosario y otras localidades ganándose la vida como curandero y predicador. Aseguraba que era un «enviado de Dios». Lo habían echado de varios pueblos y había estado preso por practicar la brujería y la medicina ilegal.
Solané fue llevado a Tandil por el estanciero Ramón Rufo Gómez, para curar a su esposa, que padecía de dolores de cabeza.​ Agradecido por la ayuda del gaucho brujo, Gómez le permitió que se asentara en el puesto La Rufina​ de su estancia La Argentina, cerca del pueblo.
Según los descendientes de las víctimas, el Tata Dios Solané era un gaucho de aspecto «humildón» y de «buenos modales». Sus seguidores se encargaron de difundir exageradamente sus capacidades curativas y afirmaban que «el Tata Dios tenía un pacto con el Diablo, de ahí su poder».
Se lo describe como canoso y de una barba blanca larga, tenía entre 45 y 50 años de edad. Había cumplido arresto recientemente en la ciudad de Azul por ejercicio ilegal de la medicina.
En 1872, el Tata Dios Solané y sus malevos levantaron una toldería en un campo llamado La Argentina, perteneciente a la familia Gómez. Consiguieron armas, que se distribuyeron entre los secuaces. El Tata Dios sostenía que «los extranjeros son la causa de todo mal y por lo tanto hay que exterminarlos».
En su rancho reclutó a un grupo de paisanos que se convirtieron en sus cómplices, sus discursos antiextranjeros instigaban a las personas a que lo siguieran.
Por entonces, en Tandil se habían radicado una importante cantidad de inmigrantes y existía cierto clima de tensión entre estos y los ciudadanos criollos. Solané exacerbó esas tensiones y comenzó a reunir alrededor de él, en la estancia La Argentina, un grupo de cientos de criollos argentinos, de todos los sectores sociales, disgustados con las presencia de los inmigrantes.
El plan de exterminio que no llegó a completarse era mucho más amplio. Planeaban asesinar a inmigrantes en Azul, Tapalqué, Rauch, Bolívar, Zárate y otras localidades donde existían grupos de paisanos ligados al movimiento creado por Tata Dios, cuyas prédicas contra los extranjeros y masones –a los que calificaba como enemigos de Dios– habían calado muy hondo.
Las declaraciones judiciales de los detenidos permitieron reconstruir parte de la historia. En los últimos días de diciembre de 1871, Jacinto Pérez reunió ―según él, en nombre de Tata Dios― a varias decenas de paisanos criollos en las sierras cercanas al pueblo. Allí les expuso las teorías del curandero: el día del Juicio Final estaba llegando y un diluvio acabará hundiendo a Tandil. Nacería un nuevo pueblo al pie de la Piedra Movediza (una inmensa roca que caería en 1912), lleno de felicidad y solo para los argentinos. Las almas de quienes participaran, y las de sus familias, serían salvadas y vivirían por siempre en un nuevo reino de justicia y paz. Sólo tenían que deshacerse de todos los gringos (inmigrantes europeos) y masones, culpables de la desgracias de los criollos.
En el inventario policial de Gerónimo G. Solané, levantado en esa época, se destaca entre las prendas de su recado «una encimera de cuero con barriguera de piola» Tandil en ese entonces era un pueblo con unos 1500 habitantes.​
En la noche de Año Nuevo (el 31 de diciembre de 1871), estando reunida la multitud enemistada con los inmigrantes, uno de los seguidores de Solané, Jacinto Pérez, alias El Viejo o San Francisco​ convocó a los gauchos a una cruzada contra los extranjeros. Pocas horas después, ya finalizada las celebraciones de Año Nuevo, partieron hacia Tandil.
A las 3:30 de la madrugada del 1 de enero de 1872, los gauchos entraron en Tandil e ingresaron al Juzgado de Paz local, donde solo pudieron robar sables.
Al grito de «¡Viva la Patria», «¡Viva la Religión!», «¡Mueran los gringos (como se conocía a los recientes inmigrantes europeos, principalmente de origen italiano)] y los masones!» y «¡Maten, siendo gringos y vascos!», se dirigieron corriendo a la plaza central del pueblo donde se encontraba la multitud. Allí rodearon a Santiago Imberti ―un italiano que era organillero (tocaba el organito, instrumento mecánico a cuerda) y vivía en la plaza― y lo degollaron.Cruzaron al galope los campos aledaños para matar a los «gringos» arguyendo que atacaban a la Patria y a la Iglesia.
A unas veinte cuadras, en la Plaza de las Carretas ―donde hoy se encuentra la plaza Martín Rodríguez (de Tandil)― a orillas del río Tandil,​ masacraron a nueve vascos que viajaban en dos tropas de carretas.
La peonada de la estancia de Thompson ―casi todos criollos― fueron abatidos al paso del nefasto clan.
La masacre culminó a cinco leguas (25 km) al norte, en el caserío De la Canal, donde la banda tomó por asalto el almacén y hospedaje de Juan Chapar, de origen vasco, quien fue degollado junto a toda su familia ―entre ellos una niña de cinco años y un bebé de meses― y a los dependientes y pasajeros que se encontraban en el lugar. En total en esa pulpería fueron degolladas dieciocho personas.​ Extrañamente, los criminales roban el libro contable del almacén, lo que hace sospechar de sus deudores como instigadores del crimen.En el pueblo del Tandil se preparó la persecución de Jacinto Pérez y sus gauchos, quienes permanecían apostados en la estancia de Ramón Santamarina.
En duro combate cae abatida una decena de los seguidores de Tata Dios Solané y este es tomado preso, junto con siete de sus adeptos, por las milicias.
Enterada de lo que estaba sucediendo, una partida policial salió a perseguir a los gauchos, matando a once y atrapando a doce. El resto pudo escapar. La partida también fue a detener a Geronimo Solané a su rancho, aunque este siempre negó haber participado de los asesinatos. Al llegar a Tandil, el Cinco días después ―el 6 de enero de 1872― Gerónimo G. Solané fue asesinado en el calabozo del juzgado local. Se escuchó una sola detonación, pero en el cuerpo se encontraron 13 heridas de bala, por lo que se cree que fue asesinado por un tiro de «tercerola, trabuco o pistola Lafouché».
En el Museo Histórico del Fuerte Independencia de Tandil se conserva la frazada agujereada del Tata, con nueve agujeros de bala, y el expediente del juicio.
14​ Algunos adjudicaron el tiroteo al Tuerto Lavallén.5​ Luciano Elissondo, tandilense descendiente de Lavallén por línea materna, comenta que «unos creen que la muerte del Tata Dios, en realidad, se le adjudicó al Tuerto Lavayén, pero que el asesino fue otro. En casa siempre se creyó, más o menos así, esta historia que hoy es leyenda».
Según el historiador Nario, el asesino fue un vasco francés.
En base al asesinato de Solané en su celda mientras estaba preso, se sospecha que él podría haber confesado que los instigadores de la matanza fueron estancieros criollos de la zona.urandero estuvo a punto de ser linchado por los pobladores- Un equipo policial apoyado por vecinos apresó al grupo y comenzó un intento de "justicia por mano propia". Varios delincuentes murieron, Jacinto Pérez entre ellos, otros lograron escapar solo fueron apresados veinte, extrañamente la mayoría no se conocía entre sí. Alegaban que actuaban bajo las órdenes del "médico Dios".
Fueron encarcelados todos en la comisaría local, donde Tata Dios ya estaba encarcelado y no se responsabilizaba de los hechos ya que lo encontraron en la estancia "La Argentina" donde cumplía funciones de curandero.
Lamentablemente no pudieron llevar a juicio al Tata Dios, durante la madrugada del 6 de enero fue asesinado mediante disparos de armas de fuego efectuados desde una pequeña ventana de la celda donde estaba alojado.
En el Museo Histórico del Fuerte de la ciudad de Tandil aún se conserva la frazada agujereada con nueve balazos y el expediente del juicio.
Se realizó el juicio correspondiente al resto del grupo y la mayor condena recayo sobre Cruz Gutiérrez, Juan Villalba y Esteban Lazarte que fueron sentenciados a muerte y ejecutados el 13 de septiembre, Villalba falleció antes en prisión.

Efemérides. El 1º de enero de 1959 triunfaba en Cuba la revolución liderada por Fidel Castro contra la dictadura de Fulgencio Batista

Desde su independencia en 1898, Cuba había sido un protectorado de los Estados Unidos, gobernada por distintos regímenes dictatoriales y su economía manejada por los intereses azucareros estadounidenses. Tras largos años de lucha contra el gobierno de Fulgencio Batista, el 1º de enero de 1959 la revolución se haría realidad. El nuevo gobierno realizará transformaciones radicales: expropiación de monopolios locales y norteamericanos, reforma agraria, extensión de servicios sanitarios, campañas de alfabetización masiva. Para recordar este acontecimiento hemos elegido dos artículos aparecidos en distintos medios inmediatamente después del triunfo de la revolución.
Batista ha perdido Cuba
Fuente: Destino Nº 1117, Barcelona, 3 de enero de 1959.

No habían transcurrido cinco horas del nuevo año cuando el presidente Batista abandonaba Cuba en un avión en el cual le acompañaban sus más directos colaboradores, encabezados por el presidente electo Rivero Agüero. Con este abandono del Poder se ha cumplido la frase que pronunció Fidel Castro en el momento de desembarcar en Cuba en el yate “Gramma”, en 1956. Ochenta hombres le acompañaban y Fidel Castro dijo: “Sólo somos ochenta, pero derribaremos a Batista.” Sea cual fuere el resultado de esta huida de Batista, es evidente que su vencedor moral ha sido Fidel Castro y que los ochenta hombres que desembarcaron procedentes de México en la playa cubana de Niqueros el 2 de diciembre de 1956 –que horas después quedaban reducidos a doce- han sabido mantener durante dos años una rebelión que ha pasado por las más diversas alternativas.
Fidel Castro, una gran mezcla de intelectual y hombre de acción, es en este momento el héroe cubano y tiene tras de su personalidad de guerrillero a toda la juventud. El movimiento “26 de julio” que encabeza ha sido un arma eficacísima contra la dictadura de Batista. Como es sabido, este movimiento evoca la trágica jornada del 26 de julio de 1953, en la cual Fidel Castro, con treinta estudiantes, se sublevó en Santiago de Cuba. Fueron derrotados, y Fidel Castro hecho prisionero. Batista, que en aquel momento se sentía fuerte, cedió a las súplicas del arzobispo de Santiago y perdonó la vida de Fidel Castro, condenándole a quince años de trabajos forzados, que luego fueron conmutados por la pena de exilio. Emigrado a México, Fidel Castro conspiró constantemente y a cara descubierta. Organizó el desembarco en Cuba al que hemos aludido y dio una conferencia de Prensa antes de emprender la aventura. Batista mandó un patrullero a la playa de Niqueros y allí perdió Fidel veinticinco hombres. El patrullero abandonó desdeñosamente el yate embarrancado en la playa, contando que el terreno pantanoso de esta playa y las fuerzas terrestres darían buena cuenta de los restos de los aventureros. Efectivamente, éstos lucharon contra las tropas hasta el último cartucho y solo doce se salvaron, entre ellos, Fidel Castro y su hermano, consiguiendo llegar a favor de la noche hasta las estribaciones de la Sierra Maestra. Y allí comenzó esta extraordinaria aventura, cruel y romántica, que ha acabado con la huida de Batista que, en lo que a Fidel Castro se refiere, sólo le ha perdido un exceso de confianza, pues nunca dio la menor importancia a este joven intelectual, católico y amante de la libertad, rebelde y tenaz, excelente orador y tipo novelesco que había jurado no afeitarse la barba hasta que Batista estuviera fuera del Poder. La barbuda figura del estudiante en armas ha sido popular en el mundo entero y ha dañado enormemente el prestigio del dictador.
Con poca gloria acaba Fulgencio Batista su segundo mandato. El sargento que el 4 de septiembre de 1933 sublevó a las clases de tropas y los soldados contra los oficiales que habían derribado al inmoralísimo gobierno del presidente Machado, acaba de caer con la misma violencia que rodeó a su sublevación. Batista, presidente de la República de 1933 a 1944, abandonó Cuba voluntariamente al perder unas elecciones libremente convocadas. Sus años de presidente fueron fructíferos para él de tal modo que se le calculaba una fortuna de cincuenta millones de dólares en el año 1952, en el que Batista dio un nuevo golpe de Estado, apoderándose el 10 de marzo del campamento de Columbia y del Gobierno de Cuba. Si en su primera etapa Batista fue un presidente hábil y paternalista, en esta segunda etapa ha sido mucho más duro, de tal modo que se ha colocado en el difícil callejón sin salida del dictador sudamericano que pierde los nervios.
En el momento de escribir este artículo. La situación es extremadamente confusa. El presidente Batista ha resignado sus poderes en el general Eulogio Cantillo, siendo nombrado presidente provisional el presidente del Tribunal Supremo, dictador Carlos Piedra. Sin embargo parece difícil que estos personajes puedan afianzar su posición ante la violencia y la fuerza del movimiento “26 de Julio” y ante la figura de un relieve tan fascinador como es, para gran parte del pueblo cubano, Fidel Castro y el comité directivo “26 de Julio”. Este comité está presidido por el doctor Manuel Urrutia, antiguo presidente de la Sala de Urgencia de la provincia de Oriente, juez de carrera que estuvo exiliado en Nueva York y regresó recientemente a Cuba.
El movimiento “26 de Julio” es, socialmente, muy avanzado: Se proyecta gravar con fuertes impuestos las tierras baldías para que los propietarios se vean obligados a venderlas al Gobiernos que se distribuirán entre los campesinos. Asimismo se va a fomentar la industrialización y se nacionalizará el subsuelo, todo ello dentro de un sentido católico, pues no hemos de olvidar el matiz cristiano de la aventura de Fidel Castro. Y sobre todo inspira básicamente a este movimiento el amor a la libertad y la implantación de la honestidad en la administración pública. Este deseo de honestidad ha sido el arma principal de Fidel Castro en su propaganda y es muy lógico que tenga a su lado a gran parte de Cuba. No olvidemos que en las últimas elecciones presidenciales, el movimiento “26 de Julio” predicó el abstencionismo y se abstuvo a pesar de las dificultades y las coacciones, el sesenta por ciento del cuerpo electoral.
Sea cual fuere el porvenir político de la huída de Batista, no olvidemos que será muy difícil, por no decir imposible que persista una guerra civil. La existencia de Cuba depende de su riqueza azucarera y éste es el momento de la zafra, que representa nada menos que la suma de cuatrocientos millones de dólares anuales.
Es de desear para el porvenir económico y político de Cuba que esta situación de inestabilidad tenga bien pronto una solución positiva que devuelva la paz y el bienestar a esta isla, por tantos conceptos llamada la “perla de las Antillas
”.

Efemérides. 1º de enero de 1887: Inauguración de la actual Estación Constitución. Foto: Estación Constitución. El Dr. Carlos Pellegrini es despedido por familiares y amigos en la Estación Constitución, desde donde se trasladará al puerto de La Plata, para embarcarse en compañía de su esposa a bordo del vapor "Thames" con destino a Europa, agosto de 1900.


AGN 

1º de enero: Año nuevo Documento: ¡Feliz Año Nuevo! Revista El Mosquito, N° 1199, Buenos Aires, 27 de diciembre de 1885.


AGN

Juguetes confeccionados por los asilados en el Asilo de Huérfanos de Mendoza (año 1942)


Pequeña Capilla de la Virgen de Lujan, levantada en las soledades limítrofes de Mendoza y Neuquén. (año 1942)


En su trono una rústica carreta. La Reina de la Vendimia del año 1939, señorita Susana Justel del departamento de Las Heras, aparece rodeada de las demás reinas que forman su corte. Mendoza


El palco escénico en el Parque General San Martín muestra la originalidad y colorido. La Reina de la Vendimia del año 1937, Elia Ricco aparece rodeada de su corte y demás reinas. Mendoza


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